Después
de lo ocurrido en estos años, los partidos deberían ser hervideros de
discusiones, tendrían que generar intensas discusiones y debates internas-externas, máxime en los
partidos de izquierdas. El retraso en reaccionar para dar explicaciones es
alarmante, y al mismo tiempo esclarecedor de lo sucedido, desconocemos relatos oficiales explicandolo, no conocemos las responsabilidades de cada cual en decisiones concretas
y líneas de actuación que se llevaron a cabo que ahora nadie parece querer
asumir. La ciudadanía, los votantes, desconocemos los problemas que
identificaron las secciones locales en cada localidad, en cada agrupación y los
intentos que hicieron para corregirlos, no sabemos por qué tomaron unas
decisiones en vez de otras, y seguimos sin distinguir en sus líneas de actuación
política las alternativas de corto plazo, de los sueños para futuros
indeterminados, seguimos sin conocer planes de salidas reales que modifiquen la
situación, a corto plazo.
El
caso es que mucho debería cambiar, más rápido, más fuerte, más lejos, de lo que
estamos viendo, pero el primer paso para ello sería plantearnos ‘algo mal se estará haciendo para que crezca
la desafección hasta poner en peligro el sistema’. Pregunta que deberían
formularse los militantes de toda condición, antes de sufrir mayores batacazos,
que son posibles, -vean Francia-. Debates en la sociedad no faltan, pero deben ser aún insuficientes ante la
parquedad de los resultados que se aprecian en los partidos. La crisis abrió el melón de la
regeneración democrática, que empezó a removerse en el lateral izquierdo,
siendo un gran aldabonazo el 15-M, que entre otras supuso el cuestionamiento de
las formas de representación, debate y decisiones en torno a la actividad
política, pero en el interior de las organizaciones tradicionales siguen sin calar.
Si
no queremos reproducir los errores del pasado estamos obligados a considerar
las ideas más diversas, justo aquellas de quienes están alejados fuera de
nuestros propios compañeros. Resulta increíble lo que sucede desde hace años en
los grandes partidos; cuando yo era joven los activistas teníamos como misión
hacer, activar, reivindicar, estudiar, agitar… y una misión fundamental,
conseguir que la gente se moviera, buscábamos cualquier colaboración, ligarnos al nivel de cada persona, el
objetivo era lograr la participación, ahora parece que las estructuras de los
partidos y sus militantes solo quieren adeptos que voten, sin discusión,
quieren que la ciudadanía mire como espectadores, si alguien quiere colaborar, le
ponen pegas.
Entiendo
que, en general, es más sencillo hablar que hacer, pero desde luego, será
imposible hacer cambios sin ideas y seamos sinceros, de haberlas tenido los
cambios ya se habrían producido, todo es muy complicado, pero será imposible entender
qué sucede, corregir errores y modificar formas de actuar, sin escuchar previamente. No crean que hablar es facil, llevar la contraria es incómodo, hacerlo en dirección contracoriente implica riesgos y desafección, imaginen la soledad de aquellos individuos, socialistas o no, que antaño opinaron sobre la burbuja y las consecuencias devastadoras de un pinchazo, mientras los partidos los orillaban, ninguneaban, silenciaban. -Próximamente ejemplos-.
Y escuchar es dificilísimo, la experiencia demuestra que el cerebro recoge solo lo que quiere oír, desechando el resto, de hecho es normal que militantes y holligans, -y cualquiera- no entiendan, y posteriormente no recuerden aquello que se les dijo que estuviera lejos de su cosmovisión, porque no oyen lo que está fuera de su ámbito de atención, y en este caso con la crisis ha sido común entre militantes de todo signo encontrarlos solo abiertos a sus propios aires, a los de su clan, con ojos y oídos cerrados a lo externo a ellos, considerado externo incluso antiguos y reputados militantes socialistas ligeramente apartados. La justificación de esta forma de proceder está en que si actuaran de forma diferente sienten que serían apartados del grupo, que margina a quienes se muestran distintos –este comportamiento es similar al de aquellos ciudadanos que callan en ocasiones, por temor a verse desplazados socialmente, en ámbitos nacionalistas se da con frecuencia-.
Y escuchar es dificilísimo, la experiencia demuestra que el cerebro recoge solo lo que quiere oír, desechando el resto, de hecho es normal que militantes y holligans, -y cualquiera- no entiendan, y posteriormente no recuerden aquello que se les dijo que estuviera lejos de su cosmovisión, porque no oyen lo que está fuera de su ámbito de atención, y en este caso con la crisis ha sido común entre militantes de todo signo encontrarlos solo abiertos a sus propios aires, a los de su clan, con ojos y oídos cerrados a lo externo a ellos, considerado externo incluso antiguos y reputados militantes socialistas ligeramente apartados. La justificación de esta forma de proceder está en que si actuaran de forma diferente sienten que serían apartados del grupo, que margina a quienes se muestran distintos –este comportamiento es similar al de aquellos ciudadanos que callan en ocasiones, por temor a verse desplazados socialmente, en ámbitos nacionalistas se da con frecuencia-.
No hay comentarios:
Publicar un comentario