Antonio Muñoz Molina narra en ‘Todo lo que era sólido’, Seix Barral, 2013, la experiencia directa de su detención y encierro en la D.G.S. en 1974, motivada por las luchas en contra de la ejecución del anarquista catalán Puig Antich, en los estertores del franquismo. Aquellas movilizaciones de Granada, Madrid y toda España han desaparecido en el imaginario catalán desde hace años.
Cuenta la extraña sensación que le produjo ver la película que se hizo sobre ello en el 2006, -Continuan circulando CD's- un ejemplo de la manipulación a la que someten los hechos los nacionalistas, resulta útil para pensar como se hizo en el pasado más allá de nuestra memoria con algunos hechos históricos, y esclarecedor de cómo se fabrican las identidades nacionales.
‘Las únicas protestas que aparecían pasaban en Cataluña. Las víctimas, los buenos, eran catalanes y hablaban en catalán. Los policías, los militares, los ejecutores, hablaban en español. No era una historia de fascismo y antifascismo, sino de españoles contra catalanes. O más exactamente: ser español y ser fascista era tan congénito como ser catalán y estar limpio de complicidad con la dictadura. Nadie que no fuera ostensiblemente catalán mostraba la menor humanidad…
Los manifestantes que gritábamos y corríamos en Madrid perseguidos por los caballos y vigilados por los helicópteros de la policía no habíamos existido…Los carceleros, los policías que interrogaban y torturaban a Puig Antich, tenían en la película un acento andaluz de caricatura.’…
‘Primero se hizo compatible ser de izquierdas y ser nacionalista. Después se hizo obligatorio. A continuación declararse no nacionalista se convirtió en la prueba de que uno era de derechas. Y en el gradual abaratamiento y envilecimiento de las palabras bastó sugerir educadamente alguna objeción al nacionalismo ya hegemónico para que a uno lo llamaran facha o fascista.’
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