La
negativa a considerar la validez y utilidad de una amplia fuerza,
sustituyéndola o primando los pequeños grupos, o taifas más ideologizados, no conduce necesariamente a resultados
positivos para amplias mayorías de población, por mucha lucha callejera y rabia
que pongan algunos pocos en declaraciones o panfletos. Solo una gran fuerza
opositora en el mundo civil que tenga engarce parlamentario podrá frenar a
corto plazo la ofensiva derechista que se está desplegando, la que está
trabajando ahora mismo día a día, y que está configurando la sociedad española
para los próximos 30 años. No es acertado, ni posible, esperar años y años a
construir una gran fuerza opositora idealizada, hoy solo será posible
configurarla con la suma de los mimbres existentes, -por otra parte como
siempre- muchas líneas de trabajo, concepciones distintas y grupos diversos y
dispersos, lo cual irremediablemente diluirá su pureza ideológica y política sumando influencias de una amplia
base social. Y eso nos puede conducir a una fuerza progresista, socialdemócrata,
o similar.
Mirando
globalmente el conjunto de España, sin ninguna duda, la etapa que nace de la
Transición hasta hoy, ha sido la de mayor extensión de libertades y derechos de
los españoles y la única época histórica en la que ha existido el estado de
bienestar en España universalmente disfrutado por todos los españoles. También
llamado estado socialdemócrata por ser impulsado por los partidos socialistas
tras la II Guerra Mundial, una sociedad instalada solo en una veintena de
países de los doscientos del mundo, que recogía viejas aspiraciones del
movimiento obrero incorporando de los posteriores movimientos feminista y
ecologista, sustentada en un gran pacto social que implicaba la existencia
partidos políticos y sindicatos con grandes poderes alternativos a los clásicos
poderes económicos, religiosos y militares, que conformaron un sistema político
de convivencia basado en la democrática, soportado en pilares básicos
universales como la sanidad, educación y pensiones y el mayor salario
indirecto, o gasto social de la historia, que permitieron crear la sociedad de
mayor igualdad y libertad, justicia y solidaridad que conocimos en España.
La Transición no fue un camino de
rosas, al contrario, fue un terreno de luchas en el que nadie regaló nada, como
ustedes podrían imaginar si leyeran estas 82 páginas -de abajo- sobre las huelgas del
comienzo del 76, uno de los muchos acontecimientos convulsos de aquellos
tiempos. O como pueden comprobar en las imágenes de conflictos y luchas que
publico habitualmente bajo la etiqueta de aquellos
tiempos.
Ningún bando, grupo o partido
político derrotó totalmente al otro, así que el resultado formulado en un
contrato social que dio lugar a la sociedad que hemos vivido durante 35 años,
tenía mezclas, briznas o tintes de variadas partes. Al igual que pasa en todas
las sociedades modernas. Conviene recordar que la recientemente muerta Thacher
y Reagan, impulsaron en los ochenta las políticas neoliberales por el mundo,
mientras en España la resultante de luchas de los 70 y 80, llevó la victoria a la
corriente socialdemócrata que impulsó, en esos años ochenta, la creación del
estado de bienestar, justo en la época en que se empezaba a combatirlo. Estado
de bienestar que se está desmontando hoy día; lo cual indica que, si el PP lo
está desmontando, es porque ya existía previamente montado.
Desde hace años mantengo la tesis de
que gracias a aquellos tipos de entonces, -varios miles de extrema-izquierdosos,
marxistas leninistas, comunistas, trotskistas, pro-soviéticos, maoístas,
anarquistas…- influyeron en los rojos y demócratas, y junto con su empuje en
las luchas obreras, movimiento estudiantil, luchas en barrios, movimientos
vecinales… torcieron la rama del árbol de la dictadura al otro extremo de donde
se encontraba, lo cual permitió en la Transición crear una sociedad bastante
más avanzada en libertades, igualitaria y justa, que aquella que pretendían
imponer los franquistas. La influencia del izquierdismo extremista
empujó a decenas de miles de personas más allá de lo que pretendían otros
militantes y partidos, desde los menos rojos, hasta los azules.
No solo los demócratas -de los que
había muy pocos- construyeron esta sociedad, que nadie diseñó tal cual
conocemos, también estuvieron empujando unos cuantos miles de anónimos
militantes, a pesar de que muchos de ellos nunca se identificaron con el
resultado, porque evidentemente, la resultante fue una mezcla, de un
conglomerado de vectores de fuerzas contradictorias y opuestas, lo cual por
otra parte dio consistencia y durabilidad al producto final.
Influencia no quiere decir que
dirigieran todos aquellos procesos sociales, sino que pudieron predisponer,
convencieron en parte, empujaron un poco, a otros líderes y partidos, a grupos
sociales e intelectuales, que a su vez interactuaban entre sí y con los extrema-izquierdosos,
formando una amalgama de pocas decenas de miles de personas que
interrelacionaban con grupos mucho más numerosos de gentes que se movilizaban
para luchar por mejoras en las fábricas, barrios y universidades… grandes
movilizaciones sociales de aquellos tiempos, -no por la revolución socialista,
ni democrático popular…- muchas de las cuales tenían como objetivo vivir en otra
sociedad, pero en la forma de lograr mejoras en las condiciones de vida y
trabajo, y en libertades concretas, lo cual equivalía a decir para muchos
millones de españoles, mayores salarios, ambulatorios y colegios por los
barrios, menos barro y transportes públicos, instalaciones sanitarias de aguas
en miles de pueblos y ciudades, abrir puertas en la Universidad a los hijos de
obreros, pensiones, derecho a vacaciones pagadas, libertades para las mujeres,
posibilidad de votar, etc. etc.
La sociedad que hemos vivido estos
35 años, no existe por el mero transcurso del tiempo, -el paso del tiempo
puede conducir hacia una dirección u otra, al futuro y al pasado-, ni la
democracia llegó por un monarca, o libreto de tal o cual líder, ni porque un
partido político tuviera una hoja de ruta a seguir. La democracia española
llegó como resultante de muchas y variadas fuerzas en lucha, con intereses
contrapuestos. No avanzó más, por falta de fuerzas que superaran a sus
opositores, pero ¡ojo! tampoco avanzó menos, porque a las fuerzas contrarias se
opusieron las luchas de los que empujaban adelante.
Durante aquellos años no existió un
partido político que tuviera gran hegemonía sobre el resto, ninguno fue capaz
de imponer sus criterios, sus objetivos, al conjunto de la sociedad, de manera
que durante un tiempo muchas posibilidades de salidas diferentes parecían estar
abiertas. Había partidos con mayor implantación que otros, sin duda, pero en
general las militancias que lideraban los procesos, las luchas, los enfrentamientos,
no eran muy numerosas, y la permeabilidad entre ellas se producía fácilmente.
Los líderes, las minorías militantes, no deben confundirse con los grandes grupos sociales que a su vez impulsan, acompañan o apartan a líderes, siglas o corrientes ideológicas. En los ochenta, millones de españoles eligieron líderes y proyectos socialdemócratas, y no las corrientes más izquierdistas. Hasta que se gastan o agotan ambos colectivos, y su tiempo termina y entonces, ya que el vacío no existe en política, el espacio es ocupado por otras fuerzas antiguas o nuevas, como ocurrió en los noventa. Y empezamos el nuevo siglo con otros problemas.
Los líderes, las minorías militantes, no deben confundirse con los grandes grupos sociales que a su vez impulsan, acompañan o apartan a líderes, siglas o corrientes ideológicas. En los ochenta, millones de españoles eligieron líderes y proyectos socialdemócratas, y no las corrientes más izquierdistas. Hasta que se gastan o agotan ambos colectivos, y su tiempo termina y entonces, ya que el vacío no existe en política, el espacio es ocupado por otras fuerzas antiguas o nuevas, como ocurrió en los noventa. Y empezamos el nuevo siglo con otros problemas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario