Cronista alcorconero en el ‘Día de la Madre’.
Sacamos a mi madre -90 años- de la residencia, en su silla de ruedas, ¡a la calle, calle! Siempre al entorno urbano que más o menos cerca, rodea Amma. En nuestros paseos no siempre vamos a los mismos lugares, llegamos a los parques de La Rivota, Alfredo Nobel o algunas veces más allá, a Las Comunidades, o subiendo la cuesta hasta El Ferial, o paseamos por el Ensanche Sur con límite en Picasso. La mayor dificultad que encontramos son los bordillos, esos 5 cm o mucho más de los pasos de peatones, muy difíciles de salvar con una silla de ruedas de persona dependiente.
En los parques hay mucha vida que puede mirar, oler, oír, sentir, desde agua en fuentes o estanques, hasta patos; hay tierra, hojas, ramas, piedras, arbustos, plantas, árboles… y las estaciones se ven reflejadas en todo ello,–sí también pájaros y cotorras, y hasta algunas ratas hemos visto- por supuesto hay nubes y el azul del cielo y ruidos de calle, motores, gritos, ladridos; y sol y aire, a veces frío, nada que no se pueda resolver con ropa adecuada y bufandas o pañoletas y una mantita para las piernas, hay que abrigar siempre muy bien a las ancianas, pero nunca evitar la calle.
Sentir el aire por la cara y el frío en las manos no hace daño, y tener entre las manos algún trozo de lavanda o romero, o una flor, acerca sensaciones de vida normal -la que tenía antes- y contrasta con el encierro en una residencia. No es que la residencia sea mala, es necesaria, pero mejora si la complementamos. El objetivo es reflotar el disfrute de la vida que guarda en su dañada cabeza, en la medida de lo posible, que olvide experiencias negativas que seguro verá a su alrededor y cargue en la retina, en su cerebro, imágenes distintas a las de personas viejas dependientes que la rodean a todas horas, se trata de que la vida no quede reducida exclusivamente a la vivencia residencial.
En las salidas encontramos coches y autobuses que transitan, niños jugando, perros correteando –o al revés-, gente jugando al futbol y baloncesto, mayores y pequeños montando en bici, padres y madres paseando a niños y perros. Vemos comercios, panaderías, prensa y libros, tiendas de mascotas, de ropa, de fotografía, bancos, chinos, etc. y bares, con sus terrazas y montones de mesas y sillas, hasta pasamos a veces a un supermercado para que tenga el placer, -sí, el placer-, de mirar estanterías y artículos como cuando íbamos de compras. En fin objetos y personas muy diferentes y con un abanico de edad amplio.
Hoy hemos llevado a mi madre y a mi suegra a un concierto al Centro Cívico Los Pinos. Era un grupo de trece personas tocando saxos y clarinetes, uno percusión y el director, eran de la Escuela Municipal de Música de Alcorcón. Precioso. Domingo en la mañana, ‘día de la madre’, la mía se lo ha pasado ‘pipa’, aplaudía a rabiar.
Señores, la pieza que han tocado, creada por uno de ellos, -creo que se llama J.R. Jimenez- ha sido un momento extraordinario. A mí me han llegado reminiscencias árabes y/o mediterráneas, jazz, flamenco y sobre todo un aire envolvente de alegría, de tradición y modernidad, una sensación maravillosa.
Gracias ‘Grupo de Saxos y Clarinetes’ y a la Escuela Municipal de Música, y a todas las personas que hagan posible estos o similares matinales. -Que buen lugar sería el CREAA para ubicar esta y otras escuelas artísticas existentes en Alcorcón-.
PD. A Mari Cruz
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