Segunda parte del Epílogo del libro 'Catalunya: Camino a la secesión'
Los distintos nacionalismos
españoles, central y periféricos, -los dos son peores- son muy parecidos en
postulados filosóficos y en sus acciones políticas, opresoras y represoras; ambos
son excluyentes, de todos aquellos que sean diferentes. Dependiendo de momentos
y de donde miren, será visible en los nacionalismos de allá o acá, su intención
permanente de considerar a los otros como distintos, con menores derechos, ya
que parten del supuesto de su menor calidad cultural e histórica. El fondo del
asunto es que consideran su legitimidad por encima de la de los demás, aquello es suyo –la patria, los símbolos, las tradiciones, el territorio,
la riqueza, la cultura, la historia…-
Según las derechas, el resto
de la gente tendrá que aceptarlo si quiere ser bien tratada, si ustedes se
amoldan y aceptan su inferioridad, serán aceptados socialmente, de lo contrario
serán excluidos de la tribu, del clan. La sociedad no la entienden como
conjuntos de individuos con múltiples intereses que conviven en espacios
temporales en los que solo será posible hacerlo cediendo en algunos postulados
y aceptando otros de los demás. Los nacionalistas no entienden la sociedad
compuesta por ciudadanos de diferentes clases, religiones, etnias, idiomas,
edades, tradiciones etc., distintos pero siempre en igualdad de derechos y
obligaciones, por eso ciudadanos, que con solidaridad y justicia mejor que
caridad, buscarán la equidad para toda la ciudadanía que puede convivir sin
pertenecer a clanes o tribus.
La política de la derecha más
carca agravará la quiebra social existente, conseguirán alejar a miles de
individuos del sentimiento colectivo de lo español, -maldita Constitución, maldito Gobierno, maldita España, repetirá mucha
gente- la sensación de apátridas de excluidos del conjunto dominará lo
suficiente como para agravar el problema de la identidad nacional, nadie quiere
ser amante de quien le trata mal, y este es el eje de todos los males. Somos un
país especial en este asunto, a los extranjeros les parecemos raros, no
respetamos símbolos, en cualquier manifestación pública, cultural, de
representación o deportiva, que son las que ven por televisión, somos capaces
de boicotear himnos, banderas, representantes del estado o del gobierno, ritos
y ceremonias se celebran sin mínimo respeto público, de educación hacia los
demás… maldecimos nuestra historia, y los extranjeros se llevan las manos a la
cabeza si nos interesamos por cómo actúan en sus países y les criticamos.
No nos sentimos respetuosos
porque durante muchos años los carpetovetónicos no lo han sido con los
españoles, las personas son la piedra angular de los símbolos, sin un fuerte
respeto a los individuos, a la ciudadanía, poco respeto puede haber hacia otra
cosa, por eso tiene tantísima importancia no herir gratuitamente, desde la
chulería, ¡Quieren desenterrar los
muertos por cobrar subvenciones! –Esta gente al día siguiente deberían
estar expulsados de sus partidos y cargos, pero no es así- . El sentimiento
fraternal hacia la Constitución, disminuye porque sigue habiendo muertos en las
cunetas y calles con nombres de asesinos fascistas, porque se vive el desprecio
de los poderosos hacia el pueblo y en un problema de enfrentamientos
nacionalistas, millones de españoles sentirán cierta simpatía por los que se
enfrentan al españolismo excluyente, o se retirarán a un lado dejando hacer,
sin oponer como mejores principios ciudadanos y progresistas los de la
Constitución que las propuestas secesionistas. La cuestión es que esta actitud
cede la Constitución a los carcas, lo cual acrecienta el problema de exclusión
política de miles de individuos. Nos expulsan, lo aceptamos y además los
dejamos terreno libre.
El
orgullo y respeto por los conceptos nacionales se consigue cuando se utilizan
de forma conciliadora, cuando los símbolos son usados de manera inclusiva y
respetuosa con los otros, incluidos los contrarios. El símbolo nacional debe
serlo, si y solo si, es aceptado voluntariamente por el conjunto de la
ciudadanía. El amor y respeto por lo español, se manifiesta practicando la
defensa de su carácter genérico e integrador, por lo tanto combatiendo a los ultras que se apropian
símbolos y utilizan para sí.
El asunto del patriotismo es altamente delicado por sentimental,
encierra muchas de las disputas de este país y si no se trata con delicadeza,
las emociones pueden encabronar la relación, crispar la convivencia hasta
hacerla excluyente para muchas personas.
¡Que se jodan!, es lo que dicen unos arremetiendo contra los otros. Su
torpeza es tan brutal como la de aquellos que dicen ‘O me quiere a mí, o la mato’, la misma emoción machista que
provoca tanta violencia. Pero el amor no se impone, el cariño no se puede obligar
y quien lo pretenda solo difunde odio y ánimo de exclusión lo cual suma adeptos
a la independencia ya que me excluyen, a
la menor oportunidad me voy, y como poco, suma simpatías hacia otros
nacionalismos que pelean con quien me expulsa.
El
problema en España con la bandera, la historia, la tradición… es que no
son símbolos comunes que deberían unir a
la población, no hay una experiencia elegida voluntariamente y querida y
aceptada masivamente, los enfrentamientos de sangre han sido frecuentes entre
españoles, ha faltado un componente externo de unión contra un peligro común
como tienen otras naciones. Al margen de su historia antigua, la creación legal
en la Transición del símbolo nacional, reconvirtiendo la bandera franquista
quitando la reminiscencia fascista del ‘aguilucho’, es uno de los dos mayores
puntos negros de la época, -el otro es la ley electoral, la principal llave
para abrir la solución de un montón de problemas- dejó la bandera demasiado
cercana al símbolo bajo el cual combatieron los golpistas que iniciaron la
guerra civil, y arropados en ella dirigieron la represión sangrienta contra el
pueblo español. Es lo que ocurre con la historia, las tradiciones y con lo español, tiene demasiada carga de
franquismo y nacionalcatolicismo lo que separa a la mitad de los españoles del
conjunto en el que no se sienten incluidos.
A mucha
gente le parece bien mantener el símbolo bajo el cual lucharon, creerán que las
historias y tradiciones españolistas deben ser soportadas por toda la población
-para eso ganamos la guerra, ¡que se
jodan!, gritan- pero, precisamente por ello, por quererlo imponer a sangre
y fuego, la otra mitad del país se aparta, no puede sentirse incluido, no
es querido, aquello no es compartido por amplias mayorías y el país se debilita,
la convivencia se resiente, los proyectos comunes se resienten, mientras, los
nacionalismos periféricos se fortalecen. Todas las historias y tradiciones,
cualquier bandera que se izara, tendría amantes, no llegó todavía el momento de
que la derecha, los conservadores españoles, sean conscientes de que lo español no necesita unos pocos
amantes celosos sino que es necesario que una gran mayoría de ciudadanos
españoles se sientan cómodos con su país, su historia y símbolos. El problema
que tenemos los españoles, ganadores y perdedores, rojos y azules, es que
compartimos espacio y tiempo y sería preferible para todos conciliar
sentimientos de los diferentes para hacer sencilla y placentera la vida en
común, la cuestión es potenciar la sociedad democrática, inclusiva. O cada día
aumentarán los que querrán independizarse.
Después
de la guerra civil, y tras de la muerte de Franco, en aquellos lejanos tiempos
de la Transición hubo varios centenares de muertos, que cayeron por las balas
de funcionarios protegidos por la bandera rojigualda, y por escuadrones de
fachas escondidos tras ella. Muchas palizas fueron dadas arropados con ella,
muchos insultos impartidos por quienes portaban la rojigualda. Tras el golpe de
estado de Tejero del 23F, hemos visto por las calles, en los bares, comercios,
en los campos de futbol… a individuos que llevaban la parafernalia del golpista
y portaban la rojigualda a su lado, de hecho los símbolos se vendían juntos,
sin que el resto de conservadores les recriminara por ello. Era el símbolo de
los que gritaban ‘Tarancón al paredón’, de aquellos que defendían una
iglesia franquista y ultra, mientras la mayoría de los azules asentía o
callaba. Carrillo durante la transición, la abrazó, para evitar
conflictos mayores, e intentó con grandes esfuerzos que fuera aceptada por los
comunistas, es la contribución que le reconocen desde instancias conservadoras.
Entonces pudo haberse intentado una mayor identificación popular reduciendo
agravios si algunas minorías no se hubieran apoderado de ella, sin reacción de
los conservadores para criticarlo.
Desde
aquellos días la bandera y el españolismo, son utilizados con demasiada
frecuencia por la derechona para golpear al resto, siempre con la
pretensión de someter o expulsar a los españoles de su propio país. Lo español
fue utilizado para excluir y desde posiciones conservadoras no lo evitaron
saliendo al paso de los excluyentes, y ahora mentes preclaras de entre ellos
reconocen el inmenso error. ¡Qué carajo! tenemos un serio problema. Ahora lo reconoce el Alto Comisionado para la marca España,
nombrado por el Gobierno del PP, que tenemos un grave problema nacional y
es que la extrema-derecha ha patrimonializado la bandera, un símbolo que
debería ser de todos. Algo que sabíamos desde hace bastante tiempo muchos
millones de españoles y cuyo problema, gran problema, los militantes y votantes
azules no han querido resolver, y en gran parte provocan ellos mismos, para
muestra los ejemplos de los últimos días. El Alto Comisionado del Gobierno para la
Marca España, Carlos Espinosa de los Monteros, afirmó en el Fórum Europa:
'' Tenemos que limpiar los símbolos de
nuestro país de connotaciones que no le han favorecido'' conminó, abogando así
por quitar a la bandera española ''toda connotación política'' con el objeto de
que ''sea percibida como patrimonio de todos''. ''La extrema derecha hizo mucho
daño patrimonializandola'',
lamentó. Espinosa de los Monteros emitió este diagnóstico en la conferencia que
pronunció en el evento informativo que organiza Nueva Economía Fórum, ante la
atenta mirada del ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación, José Manuel
García-Margallo, que promovió su nombramiento. Si quieren empezar a corregir el
problema, deben pelear por desterrar la apropiación patrimonial de sus propias
filas, visible en cada manifestación callejera azul, en cada reivindicación
ultra sea religiosa o política, visible en la ostentación ante sus líderes o
contra los del resto, siempre usada como arma excluyente. Todo el mundo sabe
que tras una pulsera rojigualda, o pegatina en un coche, hay un individuo de
extrema-derecha en un 70% de ocasiones, franquista en un 20%, y variados en el
10% restante. Todos sabemos que las manifestaciones de los derechistas los
ultras se identifican con la rojigualda, que grupos o individuos violentos se
amparan tras ella.
Todavía
se puede empeorar si los defensores institucionales de símbolos que deberían
unir, son tan torpes para no darse cuenta de que todos recuerdan atrocidades
del pasado, que reflejan otros símbolos que incluso por ley deberían ser
quitados de la faz pública, como nombres de golpistas en calles e iglesias, o
cuando el pueblo ve que no defienden la dignidad de los españoles enterrados en
cunetas ¡en ningún otro país civilizado del mundo! Si no ven que eso excluye no
deberían formar parte de las instituciones de este país. Para mucha gente, los
símbolos de la patria, son los españoles, las personas que viven sufren y
trabajan, o quieren hacerlo, aquellos sin los cuales la sociedad dejaría de
funcionar o simplemente no existiría, son los desahuciados por los banqueros,
los niños que necesitan comer en colegios públicos para mantener dignamente la
población.
El mayor símbolo patrio del que sentirse orgullosos colectivamente se percibe en el sistema sanitario español, uno de los mejores y más baratos del mundo y vemos como se está destruyendo. Los símbolos patrios negativos apartan, restan, aumentan la huída cuando no se ve voluntad de corregirlos, son los evasores fiscales, empresarios, cantantes, personajes… que ‘adoran la patria’ pero tienen su dinero en el extranjero, o el símbolo de la corrupción imperante sin que asuman responsabilidades políticas y/o judiciales... La actuación durante la crisis económica y política está sembrando el país de desafectos, por la destrucción realizada y llevará a la exclusión y miseria a un tercio de españoles que solo querrán huir, escapar, independizarse y como no podrán hacerlo sumarán simpatías a todos los que se enfrenten al gobierno español, sean independentistas catalanes o vascos.
El mayor símbolo patrio del que sentirse orgullosos colectivamente se percibe en el sistema sanitario español, uno de los mejores y más baratos del mundo y vemos como se está destruyendo. Los símbolos patrios negativos apartan, restan, aumentan la huída cuando no se ve voluntad de corregirlos, son los evasores fiscales, empresarios, cantantes, personajes… que ‘adoran la patria’ pero tienen su dinero en el extranjero, o el símbolo de la corrupción imperante sin que asuman responsabilidades políticas y/o judiciales... La actuación durante la crisis económica y política está sembrando el país de desafectos, por la destrucción realizada y llevará a la exclusión y miseria a un tercio de españoles que solo querrán huir, escapar, independizarse y como no podrán hacerlo sumarán simpatías a todos los que se enfrenten al gobierno español, sean independentistas catalanes o vascos.
Otra vuelta de tuerca que
dañará la convivencia española la está dando la política partidista del PP,
como nos tiene acostumbrados, alejado de una visión de estado, carece de visión
integradora, de entender que España no es suya, que los símbolos no son suyos,
que la patria si quieren usar este concepto, son los españoles todos, y no solo
los nacional católicos, tener visión de
estado implica ser inclusivo en cualquier movimiento que se haga, tener en la
cabeza la idea de compartir, de sumar amigos
de la Constitución mejor que restar apoyos, implica pensar para el largo plazo aparcando
réditos electorales a corto, lo cual incluye salidas a la crisis
fundamentalmente inclusivas sin dejar gente por el camino que debilitarán la
sociedad a medio plazo, incluye salidas que se vean como mejores, alternativas
que se perciban de mayor calidad que las otras, no se trata tanto de cuestionar
lo malo de la independencia, o su imposibilidad legal… como de mostrar lo bueno
de la unión, la gente quiere vivir junto a otros cuando percibe buen trato, ventajas
y cariño superiores a vivir separado. No se trata de describir maldades o
tropiezos de los otros, como de describir bondades nuestras, sentir orgullo de
nuestra historia, pero no de su historia, sino de la que puedan sentirse
orgullosos la mayoría y no solo unos pocos.
En este caso parece que
tratan de aprovechar de forma partidista el problemón soberanista para
destrozar/expulsar al PSOE y a las izquierdas del contenido común de defensa de
lo español, pretendiendo
obtener con ello el rédito electoral que perderá con la crisis económica, lo
cual lo único que hace es volver a mostrar lo difícil que es sentirse español
que según el esquema de pensamiento derechista requiere sentirse vencido, parecen
decir a los otros los dejamos. En vez
de construir un entorno positivo, lo cual quiere decir participar con las mismas
reglas, derechos y esperanzas en construir una sociedad incluyente, que implica
sin vencedores ni vencidos, de todos, en el que apetezca vivir y por tanto defender,
lo cual necesita dejar a un lado tendencias patrimonialistas excluyentes, como
las que muestran las políticas anticrisis del gobierno PP, corrupción, ladrones
sueltos, ayudas a los ricos mientras dejan en la miseria a millones de
españoles. A lo que se añade el olvido tradicional de los miles de muertos en
las cunetas, que rompen cualquier ilusión de sentirse todos españoles, ¡imposible pedir a la gente defender a España, tratando a tanta gente con tanto
desprecio! En este sentido similar al tratamiento dado por CiU, las derechas
españolas son muy parecidas, ocultar con la emoción nacionalista los problemas
derivados de las políticas de austeridad en las condiciones de vida, lo cual
tendrá también costes para ambos.
Uno de
los pocos momentos en que las muchedumbres se abrazan a la bandera sin
ideologización de vencedores y vencidos, es cuando la Roja gana en el fútbol, porque tras la alegría de esa
noche, no se esconde la identificación de un sector de la derecha española,
sino la expresión contenida de querencia común ante un grupo de gente de
múltiples rincones de España que trabaja en equipo para obtener una finalidad
colectiva. Nadie ha hecho más por difundir el símbolo nacional que el fútbol
de la Roja, y supongo que quedará para la historia estudiarlo.
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